Hoy vamos a contar como nos
fue el segundo día en este atractivo pueblo gaditano y empezamos con el
desayuno en el hostal donde nos alojamos “Casa Henrietta”, por cierto muy agradable la zona del comedor y la terraza goza de una preciosa panorámica de la
zona.
Luego nos dispondríamos a
subir hasta la parte más alta donde se encuentra el Castillo pero antes aprovechando
que estaba abierta pasamos por la Iglesia de Ntra. Sra. de la Victoria. El
nombre le viene dado por la congregación de los “Mínimos” fundada por San Francisco
de Paula, llamada también “Victorios”, debido que a donde llegaban dedicaban
sus iglesias a Ntra. Sra. de la Victoria. Así sucedió en Jimena en torno al año
1600, cuando se instalaron en el convento que disponía de una capilla dedicada
a Santa Ana, el nombre fue cambiado pero aún persiste una calle próxima con
esta denominación como recuerdo. Actualmente se encuentra muy reformada, con un
destacado campanario, un hermoso patio y una sencilla
portada.
En una calle un poco más arriba
nos sorprendió unas decorativas Flores de Pascua o Poinsettia (Euphorbia
pulcherrima) plantadas en el exterior, y
con su vistoso color rojo característico de esta época.
Al girar por la siguiente esquina
nos encontramos con la Iglesia de la Misericordia, denominada en un principio
de Sta. María y construida con toda probabilidad sobre una mezquita, alrededor
del siglo XV. Su actividad fue continua hasta el siglo XVIII, coincidiendo con
el cambio de sede principal de Santa María Coronada. En 1700 aparece referencia
de su uso como lugar de enterramiento y en el año 1818 como sede de la cofradía
el Santo Sacramento. El culto se mantuvo hasta el primer cuarto del siglo XX. Más
tarde se decide suprimir su cubierta hasta que se plantea una obra de
restauración adquiriendo la funcionalidad como lugar de usos múltiples, en la
actualidad también se encuentra situada la Oficina Municipal de Turismo.
A medida que vamos subiendo nos
vamos acercando al Cerro de San Cristóbal donde se alza estratégicamente el Conjunto
del Castillo de Jimena de la Frontera, declarado Monumento Nacional en el año
1931. Su envergadura le hace acreedor de ser el monumento de mayor importancia
de la localidad desde épocas remotas, parece ser que estuvo ocupado desde la
prehistoria según se demuestra por la ubicación cercana de las cuevas de arte
rupestre, pasando por los tartesios, bástulos, turdetanos, fenicios, romanos,
musulmanes y cristianos que dejaron su legado cultural en la ciudad.
Las evidencias arqueológicas
y los semis (monedas acuñadas en el siglo I a.C.) con el topónimo de Oba hallados
en el lugar y que al parecer significa
ciudad, hacen pensar que esta fortaleza fuese levantada sobre las ruinas de esta
antigua urbe, constituyendo un elemento defensivo fundamental en la frontera sudoccidental
del reino nazarí en particular por su localización estratégica. Con la llegada
de los romanos y durante el mandato del emperador Vespasiano (69-79 d. C.)
adquiere el término de Municipium Res Publica Obensis. En el siglo III esta
denominación desaparece debido posiblemente a las invasiones germánicas.
Se conserva completa la
puerta de entrada al Patio de Armas con una estructura de arcos de herradura
apuntada, dispuestos el superior avanzado con respecto al inferior para
favorecer su defensa.
En buen estado se mantienen en
el lienzo exterior de la muralla algunos restos de su antigua decoración estucada
con motivos geométricos formando estrellas de seis puntas en color blanco y
rojo. Esta puerta está protegida por un torreón rectangular Torre Albarrana
conocida comúnmente como “Torre del Reloj” por albergar un reloj en su parte más alta. Se encontraba unida al conjunto
amurallado, formado por 14 torres que se distribuían por el promontorio y que ejercían
de guarnición para los soldados que velaban por la seguridad de la fortaleza.
Los aljibes situados en el
interior del antiguo recinto amurallado reúnen valores excepcionales desde los
puntos de vista de espacio e histórico y representan cada uno un momento del
abastecimiento hidráulico de la ciudad de Xemina. En el fondo de la imagen se
observa el espacio que ahora ocupa el cementerio.
Durante el siglo XVI, tras
la conquista y las sucesivas guerras civiles, se produjo el abandono del
recinto amurallado y el expolio de sus edificios. Sólo durante la Guerra de la
Independencia, en otoño de 1811, se realizaron reformas en la muralla, quedando
desde entonces la imagen en intramuros conocida en la actualidad.
Numerosas evidencias arqueológicas
fueron cubiertas y han sido halladas poniendo en relieve la monumentalidad que
tuvo durante la ocupación romana. La cimentación de un templo romano al que se
data en el siglo I a. c. ha perdurado en el tiempo, pudo ser documentado por un
pedestal de columna y unos sillares de piedra tallados con unas acanaladuras,
pensando que se pudiera tratar de un templo tetrástilo (con cuatro columnas en
su frente) y próstilo (con columnas solamente en la fachada del edificio).
A pocos metros del recinto
fortificado se encuentra el llamado “Baño de la Reina Mora”. Su denominación
proviene de la leyenda de que en la pileta tallada sobre la misma roca se solía
bañar una reina mora. Su cronología no está clara, debido a que existen otras
construcciones similares en el Parque Natural de los Alcornocales de características
similares, en las que existen una serie de oquedades donde se colocaban unas
vigas de madera para construir una techumbre y poder resguardarse. Hay otras interpretaciones
entre ellas una que apunta a que se pudiera tratar de piletas para
almacenamiento de agua.
El Alcázar está situado en
el extremo oriental del recinto en la
zona correspondiente al patio de armas. El acceso en los siglos XIII-XIV estaba
conformado por un puente que se desplegaba para salvar el desnivel geológico de
la explanada. En el siglo XVI se construye un nuevo puente estático a modo de
pasarela para facilitar el acceso al recinto. El que existe en la actualidad es
el construido por los franceses durante el siglo XIX para salvar el foso y facilitar
el montaje de artillería pesada dentro de la alcazaba.
En el centro se ubica la
Torre del Homenaje erigida a fines del siglo XV o a principios del s. XVI,
durante el período de dominio del Duque de Medina Sidonia, tras la conquista a
los nazaríes. Su construcción es singular debido a su forma circular, siendo
usada como torre vigía, habitual en el litoral. En el interior se encuentran las cámaras baja y
alta, esta última cubierta con bóveda de paños y a la que se accede a través de
una escalera de caracol. Se conserva en buen estado, aunque carece del remate
almenado desmochado desde la Guerra de la Independencia.
El recinto del Alcázar se
encuentra rodeado por una doble muralla almenada. La altura del conjunto
monumental permite disfrutar de las vistas al excepcional entorno embellecido
por el río Hozgarganta.
Tras la amplia visita guiada
por Juan José Mostazo que nos ofreció una estupenda información, salimos por la misma
puerta de entrada, aunque con una imagen distinta por esta parte. Además nos
obsequió con un dosier de los monumentos de Jimena. En las siguientes fotografías
podemos ver el aspecto de la puerta y dos siluetas del Castillo, una de noche y
otra con la luz del sol.
De allí nos dirigimos dando
un paseo al Restaurante Cuenca, otro clásico establecimiento de la localidad y
donde se trata muy bien las setas del terreno. Está situado en la Avenida de
los Deportes, 31 y regentado por los hermanos Cuenca, Celio y Tony, quien al
final vino a saludarnos y a cambiar impresiones. La carta que se ofrece al
público está hecha artesanalmente con corcho, una de las principales fuentes de
ingresos y trabajo que ofrece el parque natural de Los Alcornocales y uno de
los recursos más importantes de este espléndido bosque.
La elección del grupo estaba
clara, queríamos degustar la cocina de setas de temporada y comenzamos por unos
entrantes para compartir. El primero en llegar un rico Pastel de carne y setas
con salsa de boletus, recubierto con un fino hojaldre y acompañado con unas
verduritas.
A continuación llegaron Angulas
de monte con huevo roto y manta de ibérico, ese nombre reciben las cantharellus, conocidas también como trompetas
amarillas o rebozuelos amarillos. Junto a otra especialidad, Rollito de Ibérico
con setas y crema de setas agridulce.
Luego llegaría el momento de
elegir el plato principal, y cada uno se decantó por el que más le apetecía.
Los más demandados: Solomillo de cerdo con chantarela, Pluma ibérica con boletus y Chuletillas
de cordero.
Los postres igualmente variados
y caseros, siendo muy comentados el Flan de huevo con chantarela y boletus y la
Crema de yogur y tocinillo de cielo.
Con la alegría que da una
buena jornada de ocio en buena compañía y bien comidos, el agradable grupo se
lanzó a cantar villancicos y alguna que otra conocida coplilla.
Ya estaba cayendo la tarde pero
teníamos otra misión ineludible que cumplir, comprar el tradicional Piñonate
de Jimena, un dulce de intenso sabor que nos recuerda mucho a la sabrosa
repostería heredada de los árabes, habitantes de estas tierras durante siglos. En
el libro Cádiz, una provincia para comérsela. Recorrido por sus tradiciones
culinarias, hablamos de él y ofrecimos la fórmula para hacer un buen
piñonate en las páginas 126 y 127, incluidas en el apartado dedicado a Jimena
de la Frontera.
Así que antes de regresar nos
fuimos dando un paseo para hacer la apetecible compra, llegando hasta el
Santuario de Nuestra Señora de los Ángeles, aunque se hizo un poco tarde y no
pudimos entrar al encontrarse cerrado. En cambio sí aprovechamos para ver la
bonita estación de trenes de Jimena, un lugar que nos transportó a una época
lejana y nos sirvió de fondo para la foto de despedida del grupo.
Finalizamos reiterando
nuestro agradecimiento a Pepi Relinque
y José Francisco Arriaza por
habernos llamado para asistir a esta extraordinaria actividad cultural y gastronómica;
A Ana Salazar por estar siempre
atenta del grupo y especialmente a Juan
José Mostazo por compartir sus amplios conocimientos con nosotros. Asimismo
a todas aquellas personas que de una forma u otra nos atendieron en
restaurantes, hoteles y visitas.
Hasta siempre Jimena.
Hasta siempre Jimena.
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