lunes, 4 de enero de 2016

JIMENA DE LA FRONTERA (II PARTE)



Hoy vamos a contar como nos fue el segundo día en este atractivo pueblo gaditano y empezamos con el desayuno en el hostal donde nos alojamos “Casa Henrietta”, por cierto muy agradable la zona del comedor y la terraza goza de una preciosa panorámica de la zona. 
Luego nos dispondríamos a subir hasta la parte más alta donde se encuentra el Castillo pero antes aprovechando que estaba abierta pasamos por la Iglesia de Ntra. Sra. de la Victoria. El nombre le viene dado por la congregación de los “Mínimos” fundada por San Francisco de Paula, llamada también “Victorios”, debido que a donde llegaban dedicaban sus iglesias a Ntra. Sra. de la Victoria. Así sucedió en Jimena en torno al año 1600, cuando se instalaron en el convento que disponía de una capilla dedicada a Santa Ana, el nombre fue cambiado pero aún persiste una calle próxima con esta denominación como recuerdo. Actualmente se encuentra muy reformada, con un destacado campanario, un hermoso patio y una sencilla portada.


En una calle un poco más arriba nos sorprendió unas decorativas Flores de Pascua o Poinsettia (Euphorbia pulcherrima) plantadas en el exterior, y con su vistoso color rojo característico de esta época.
Al girar por la siguiente esquina nos encontramos con la Iglesia de la Misericordia, denominada en un principio de Sta. María y construida con toda probabilidad sobre una mezquita, alrededor del siglo XV. Su actividad fue continua hasta el siglo XVIII, coincidiendo con el cambio de sede principal de Santa María Coronada. En 1700 aparece referencia de su uso como lugar de enterramiento y en el año 1818 como sede de la cofradía el Santo Sacramento. El culto se mantuvo hasta el primer cuarto del siglo XX. Más tarde se decide suprimir su cubierta hasta que se plantea una obra de restauración adquiriendo la funcionalidad como lugar de usos múltiples, en la actualidad también se encuentra situada la Oficina Municipal de Turismo.  


A medida que vamos subiendo nos vamos acercando al Cerro de San Cristóbal donde se alza estratégicamente el Conjunto del Castillo de Jimena de la Frontera, declarado Monumento Nacional en el año 1931. Su envergadura le hace acreedor de ser el monumento de mayor importancia de la localidad desde épocas remotas, parece ser que estuvo ocupado desde la prehistoria según se demuestra por la ubicación cercana de las cuevas de arte rupestre, pasando por los tartesios, bástulos, turdetanos, fenicios, romanos, musulmanes y cristianos que dejaron su legado cultural en la ciudad.

Las evidencias arqueológicas y los semis (monedas acuñadas en el siglo I a.C.) con el topónimo de Oba hallados en el lugar y que al parecer  significa ciudad, hacen pensar que esta fortaleza fuese levantada sobre las ruinas de esta antigua urbe, constituyendo un elemento defensivo fundamental en la frontera sudoccidental del reino nazarí en particular por su localización estratégica. Con la llegada de los romanos y durante el mandato del emperador Vespasiano (69-79 d. C.) adquiere el término de Municipium Res Publica Obensis. En el siglo III esta denominación desaparece debido posiblemente a las invasiones germánicas.
Se conserva completa la puerta de entrada al Patio de Armas con una estructura de arcos de herradura apuntada, dispuestos el superior avanzado con respecto al inferior para favorecer su defensa. 

En buen estado se mantienen en el lienzo exterior de la muralla algunos restos de su antigua decoración estucada con motivos geométricos formando estrellas de seis puntas en color blanco y rojo. Esta puerta está protegida por un torreón rectangular Torre Albarrana conocida comúnmente como “Torre del Reloj” por albergar un reloj en su parte más alta. Se encontraba unida al conjunto amurallado, formado por 14 torres que se distribuían por el promontorio y que ejercían de guarnición para los soldados que velaban por la seguridad de la fortaleza.
Los aljibes situados en el interior del antiguo recinto amurallado reúnen valores excepcionales desde los puntos de vista de espacio e histórico y representan cada uno un momento del abastecimiento hidráulico de la ciudad de Xemina. En el fondo de la imagen se observa el espacio que ahora ocupa el cementerio. 
Durante el siglo XVI, tras la conquista y las sucesivas guerras civiles, se produjo el abandono del recinto amurallado y el expolio de sus edificios. Sólo durante la Guerra de la Independencia, en otoño de 1811, se realizaron reformas en la muralla, quedando desde entonces la imagen en intramuros conocida en la actualidad. 
Numerosas evidencias arqueológicas fueron cubiertas y han sido halladas poniendo en relieve la monumentalidad que tuvo durante la ocupación romana. La cimentación de un templo romano al que se data en el siglo I a. c. ha perdurado en el tiempo, pudo ser documentado por un pedestal de columna y unos sillares de piedra tallados con unas acanaladuras, pensando que se pudiera tratar de un templo tetrástilo (con cuatro columnas en su frente) y próstilo (con columnas solamente en la fachada del edificio). 
A pocos metros del recinto fortificado se encuentra el llamado “Baño de la Reina Mora”. Su denominación proviene de la leyenda de que en la pileta tallada sobre la misma roca se solía bañar una reina mora. Su cronología no está clara, debido a que existen otras construcciones similares en el Parque Natural de los Alcornocales de características similares, en las que existen una serie de oquedades donde se colocaban unas vigas de madera para construir una techumbre y poder resguardarse. Hay otras interpretaciones entre ellas una que apunta a que se pudiera tratar de piletas para almacenamiento de agua. 
El Alcázar está situado en el extremo oriental del recinto en la zona correspondiente al patio de armas. El acceso en los siglos XIII-XIV estaba conformado por un puente que se desplegaba para salvar el desnivel geológico de la explanada. En el siglo XVI se construye un nuevo puente estático a modo de pasarela para facilitar el acceso al recinto. El que existe en la actualidad es el construido por los franceses durante el siglo XIX para salvar el foso y facilitar el montaje de artillería pesada dentro de la alcazaba. 
En el centro se ubica la Torre del Homenaje erigida a fines del siglo XV o a principios del s. XVI, durante el período de dominio del Duque de Medina Sidonia, tras la conquista a los nazaríes. Su construcción es singular debido a su forma circular, siendo usada como torre vigía, habitual en el litoral. En el  interior se encuentran las cámaras baja y alta, esta última cubierta con bóveda de paños y a la que se accede a través de una escalera de caracol. Se conserva en buen estado, aunque carece del remate almenado desmochado desde la Guerra de la Independencia.


El recinto del Alcázar se encuentra rodeado por una doble muralla almenada. La altura del conjunto monumental permite disfrutar de las vistas al excepcional entorno embellecido por el río Hozgarganta. 
Tras la amplia visita guiada por Juan José Mostazo que nos ofreció una estupenda información, salimos por la misma puerta de entrada, aunque con una imagen distinta por esta parte. Además nos obsequió con un dosier de los monumentos de Jimena. En las siguientes fotografías podemos ver el aspecto de la puerta y dos siluetas del Castillo, una de noche y otra con la luz del sol. 
De allí nos dirigimos dando un paseo al Restaurante Cuenca, otro clásico establecimiento de la localidad y donde se trata muy bien las setas del terreno. Está situado en la Avenida de los Deportes, 31 y regentado por los hermanos Cuenca, Celio y Tony, quien al final vino a saludarnos y a cambiar impresiones. La carta que se ofrece al público está hecha artesanalmente con corcho, una de las principales fuentes de ingresos y trabajo que ofrece el parque natural de Los Alcornocales y uno de los recursos más importantes de este espléndido bosque.

La elección del grupo estaba clara, queríamos degustar la cocina de setas de temporada y comenzamos por unos entrantes para compartir. El primero en llegar un rico Pastel de carne y setas con salsa de boletus, recubierto con un fino hojaldre y acompañado con unas verduritas.


A continuación llegaron Angulas de monte con huevo roto y manta de ibérico, ese nombre reciben las cantharellus, conocidas también como trompetas amarillas o rebozuelos amarillos. Junto a otra especialidad, Rollito de Ibérico con setas y crema de setas agridulce.  
Luego llegaría el momento de elegir el plato principal, y cada uno se decantó por el que más le apetecía. Los más demandados: Solomillo de cerdo con chantarela, Pluma ibérica con boletus y Chuletillas de cordero.
Los postres igualmente variados y caseros, siendo muy comentados el Flan de huevo con chantarela y boletus y la Crema de yogur y tocinillo de cielo. 
Con la alegría que da una buena jornada de ocio en buena compañía y bien comidos, el agradable grupo se lanzó a cantar villancicos y alguna que otra conocida coplilla.  

Ya estaba cayendo la tarde pero teníamos otra misión ineludible que cumplir, comprar el tradicional Piñonate de Jimena, un dulce de intenso sabor que nos recuerda mucho a la sabrosa repostería heredada de los árabes, habitantes de estas tierras durante siglos. En el libro Cádiz, una provincia para comérsela. Recorrido por sus tradiciones culinarias, hablamos de él y ofrecimos la fórmula para hacer un buen piñonate en las páginas 126 y 127, incluidas en el apartado dedicado a Jimena de la Frontera. 

Así que antes de regresar nos fuimos dando un paseo para hacer la apetecible compra, llegando hasta el Santuario de Nuestra Señora de los Ángeles, aunque se hizo un poco tarde y no pudimos entrar al encontrarse cerrado. En cambio sí aprovechamos para ver la bonita estación de trenes de Jimena, un lugar que nos transportó a una época lejana y nos sirvió de fondo para la foto de despedida del grupo. 


Finalizamos reiterando nuestro agradecimiento a Pepi Relinque y José Francisco Arriaza por habernos llamado para asistir a esta extraordinaria actividad cultural y gastronómica; A Ana Salazar por estar siempre atenta del grupo y especialmente a Juan José Mostazo por compartir sus amplios conocimientos con nosotros. Asimismo a todas aquellas personas que de una forma u otra nos atendieron en restaurantes, hoteles y visitas.

Hasta siempre Jimena. 

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